Contada por Marjorie Conigliaro
Hola, me llamo Marjorie y quería contarte mi historia. Tengo lágrimas a leerla – ¡cuán GRANDE es nuestro Dios! Él me guardó y por siempre Le agradeceré.
Cuando era niña, había mucho abuso hacia mi y en mi alrededor. Mi papá fue alcohólico, y pegaba a mi mamá y a nosotros sus hijos cuando se emborrachaba o porque querría pegarnos. Nos pegó por muchos años y sentí que nunca terminaría. Recuerdo que aun cuando mi mamá estuvo embarazada, él le pegaba.
Por fin mi mamá dejó a mi papá y nos fuimos a vivir con su familia. Después de unos años nos mudamos a un apartamento.
Yo visitaba a mi papá pero nadie me acompañaba. Recuerdo un día cuando él me pidió acostarme con él y ofreció pagarme. Le grité pero porque era mi papa, le perdoné – aunque no de la manera que debería. Yo estaba confundida, molesta, asustada. Cuánto lloré.
Cuando regresé a la casa mi mamá se dio cuenta de mi humor y me preguntó, “¿Qué te pasó?”
No quería quebrantar su corazón entonces le dije, “Nada.”
Pasaron los años y nos mudamos otra vez. Me alegraba porque mi papá vivía cerca y fui a visitarlo. Él no había cambiado. Todo lo que recuerdo es que me dio jugo para tomar. No recuerdo nada más después de eso. Me dormí y me desperté a encontrar sus manos bajo de mis pantalones. Salí furiosa de la casa. Estaba furiosa porque yo debería de saber mejor. Le odiaba y me prometí no volver jamás.
Empecé a comportarme mal, y fui muy rebelde. Quería estar en las calles. Es donde conocí al papá de mi hija y empecé a drogarme con él. Me enseñó cómo fumar el crack, y después me dejó.
Entré al mundo de drogas y prostitución, y empecé a venderme para obtener más drogas y más dinero.
La vida de las calles es la misma por todas partes – comiendo de la basura, haciendo cualquier cosa para sobrevivir. Dormí en cajas de cartón, en carpas, y bajo techos. Había días cuando no dormí. Me enfermé de algo que me podía haber matado. Tenía que hacer todo lo posible para sobrevivir.
Durante este tiempo, conocí a alguien que me amaba al principio. Después de confiar en él, me llevó a una vida de abuso y heroína. Mi abusador me prostituía para poder comprar la heroína.
Cuando el dinero y las drogas se agotaban, los golpes se pusieron tan intensos que quise morir. Me acuerdo de un día cuando me senté en el medio de la calle esperando a un camión para atropellarme. Pero Dios envió ayuda porque alguien me empujó fuera del paso.
Yo estaba tan triste y perdida. La única persona que me amaba fue mi mamá. Sus oraciones me mantuvieron viva.
Finalmente arrestaron a mi abusador y le mandó a la cárcel. Tuve la oportunidad de entrar en un programa para renunciar a la heroína. Desafortunadamente, volví a las calles a fumar crack.
Hubo días cuando me violaron dos o tres veces. Fui tan entumecida que no lloraría. Sólo buscaría a otro hombre que tenía dinero.
Mi vida estaba fuera de control. Yo estaba en un camino destructivo. Ya parí dos hijos por dos padres ausentes – uno estuvo encarcelado y el otro estuvo en drogas.
Llegué al fondo y me rendí. Traté de tener una vida normal después de tantos años de la vida de la calle, el abuso, y las drogas. Me mudé a un apartamento y tuve paz. Estaba alegre pero solitaria.
Después de un rato conocí a mi esposo, Juan. La vida se llevaba bien por un rato. Pero cuando pensé que yo había dejado la vida de la calle, la tentación de tomar drogas se puso demasiado fuerte. Nos drogamos y mi vida se descontroló. Los días se convirtieron en muchos años.
Mi esposo empezó a dejarnos a mí y a los niños porque se cansaba de mis acciones. Cuando él estaba en casa, trató de hacer todo lo que podía para nosotros. Pero yo amaba las drogas y las calles más que a mi familia. Todos los días volví a las calles a tomar drogas – aun dejando a mis hijos en casa. Me sentí atrapada y sólo quise morir.
Luego mi esposo nos dejó por seis días.
Cuando regresó, nos peleamos tanto que me quedé llorando en el baño. Clamé a Dios y sentí de verdad que Su Espíritu me dio paz. “Oí” cuando Dios me dijo, “Vete a Pennsylvania.”
“¿Para qué?” Le pregunté.
Sentí que Dios me contestó, “La paz esté contigo.”
Le conté a mi esposo esta experiencia extraña. Le dije que él podía quedarse o podía ir conmigo, pero yo sí me iba para Pennsylvania. Aunque no pudimos salir de inmediato, ¡nos mudamos como una familia!
Cuando llegamos allá, tuvimos que inscribirnos en el sistema de refugio. Dios sabía que nos conocíamos a una trabajadora llamada Kathy en uno de los refugios. Ella nos invitó a su iglesia.
¡Me fui el primer domingo y era increíble! Me dieron la bienvenida con brazos abiertos. ¡Ese mismo día me entregué la vida a Jesús!
En dos semanas alquilamos una casa de 3 dormitorios por sólo $500 al mes. Nos hemos mudado un par de veces después, sólo para estar en una área mejor. Mientras todo, hemos aprendido a permitir que Dios nos guie.
Hace cuatro años que pasó eso y todavía asisto a esa iglesia.
¡Sí, hay batallas, pero las venzo con Dios! Después de obedecer a Dios y mudarme, logré obtener mi GED de la secundaria. Juan y yo nos casamos. Mi hijo, que una vez dijo a nuestro pastor que él era ateo, ahora está estudiando para ser pastor. (Madres, no dejen de orar por o llevar a tus hijos a la iglesia, ¡aun si no les gusta!)
Mis dos hijas hacen muy bien en la escuela. Han sido de gran apoyo. También tengo a dos nietos lindos, y tampoco no podía hacerlo sin el apoyo de mis dos hijastras también.
Dios nos ha dado una vida nueva, una gran iglesia, pastores maravillosos, y amigos verdaderos.
Una nota de Marjorie para las mujeres sin hogar
¡HAY AYUDA!
POR FAVOR, no te quedes en la calle. Te sacarán la vida y toda tu dignidad. Mantente fuerte. Busca una iglesia. Vete a un refugio.
Permite que mi historia te anime a encontrar el valor para vencer… con la ayuda de Dios. Vencí el llamado de las calles, la prostitución, y las drogas – y tu puedes vencerlo también.
Dios puede darte una nueva vida que nunca supiste – con misericordia y gracia de Dios, todos los días, hora tras hora.